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jueves, 23 de febrero de 2012

Los camareros y yo.

Crucé la puerta del bar en busca del café, pues otra cosa no sé beber y ésta me sienta a matar, vamos que no tengo remedio ni contigo ni sin ti. Yo no pido café pido disculpas tal es la timidez que me entra delante de un camarero que amables si, pero inquisidores en esa mirada de decir , aquí soy yo quien corta el bacalao así que no me des el coñazo.Levanto la mano tímidamente como quien llama a un taxi, pero sin ofender al taxista.
Claro uno pide, un café cortitoo, yo acompaño en gesto con los dedos, no le señalo ni mi inteligencia ni mi estatura !Uno manchado! !Un largo! ! Un cortado con leche fría, otro con leche caliente, otro con mala leche..Mumurará entre dientes, total que salomónicamente café con leche para todos a como salga, a como salga de la máquina, y no rechistes, que ya a esas alturas no está el hombre para que te pongas tiquis-miquis. 

Eso si, a la hora de cobrar te ponen su mejor sonrisa ( La apaisada) diciendo son tropecientos euros,y con toda naturalidad lo dejan caer de forma intrascendente, con   "savoir faire"  como quitándole hierro al asunto, oye, que parece que da más gusto pagar que consumir !Dónde va a parar! .
El pagar, da, brillantez al que paga, acomodó al invitado y descanso al bien pagado. Y con ese "como no quiere la cosa" uno tira de cartera, monedero o bolsillo que hay para todos los gustos; como si los euros se cultivasen igual que la fresa salvaje, o cayeran de los árboles, y paga y no rechistes, y uno miope acerca la cara al euro o a las monedas de euro, y dice para si, se escapan de los dedos como el agua cristalina del arroyo, no dejas propina por aquello de no dar pábulo a la inflación.