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sábado, 10 de noviembre de 2012

No por mucho madrugar..

Se levantaba al alba pues se había tomado al píe de la letra, el refrán que dice;  que al que madruga Dios ayuda, una ducha rápida y a trabajar, pues tenía una mujer joven y un crió recién. Lo que se dicen cargas familiares.


Su joven esposa tenía otra manera más original de desperezarse, según se levantaba su marido de la cama,tiraba de teléfono y llamaba al garaje donde trabajaba un zascandil de su edad, pero tenía un entrar en calor que daba gloría  y en invierno todo edredón le era poco. El tipo con cualquier disculpa, en tanto el jefe no se mosqueara, total no pasaba el hombre de aprendiz y más allá de limpiar grasa no iba, abandonaba su puesto de trabajo.



El caso es que ella abría al comprobar por la mirillas que era él y a cama caliente, le introducía a toda prisa. El muchacho discreto ...al acabar la faena, contaba con detalle como había sido, el fornicar a horas tan tempranas y aunque los consejos sobre la temeridad de sus aventuras y las consecuencias que se pudiera acarrearle semejante comportamiento; él no se bajaba de la burra; que gozar en horas tan tempranas, con el estímulo añadido, de tener la cama caliente y mujer complaciente al desayuno; levanta la moral y el ánimo más decaído. 



Les gustaba el peligro se estimulaban y se crecían en él. La verdad que aquello no podía acabar bien, no contó el hombre visitador, ni la receptiva esposa,  que nada se le fuese a olvidar al cumplidor esposo y quiso una mañana desgraciada que diese la vuelta a por dinero, y al llegar no tuvo tino en hacer o dejar de hacer ruido, fue a darle a su mujer con cariñoso afán un beso nuevo, y al notar la calentura en las mejillas, ella para tapar lo que debajo de la cama había lo tomó como fogosa y casquivana y le dijo vente a cama, que en momento  al cariño damos suelta y tú te vas de regreso en un segundo: Abrevió la esposa, pues notaba como si su esposo descubriese lo que había debajo de la cama, era cierto que no iba acabar nada bien esa mañana, y así entre risas  y jolgorio, disfrutaron  los dos hombres del olvido marital, retomando aquello que habían parado una vez el marido satisfecho quien de nuevo se marchaba en busca del jornal.

El mancebo se levantó aún con el susto en el cuerpo, temblando y esta vez no era de pasión precisamente. Requerido por ella, para olvidar el incidente y reanudar el placentero goce, se fue, al parecer murmurando que el que juega con fuego..